28.4.14

Ignacio del Valle: «La tercera expedición», de Ray Bradbury

 
(Waukegan, Illinois, 1920-Los Ángeles, 2012)


The Martian Chronicles
(1950)
¿Quieren ustedes gritar? ¿Quieren ustedes sudar en frío, estar en tensión, tener la desazonante certeza de que todo está perdido? Entonces se han enrolado en el cuento adecuado: «La tercera expedición». Esta obra maestra de Ray Bradbury une el miedo a la familia, el desasosiego a la alegría, y la incertidumbre a la amistad. ¿Qué más podemos pedir? Cuando nuestra expedición terrestre aterriza en Marte y se encuentra un pueblo muy similar a aquellos donde pasaron su infancia los integrantes de la tripulación, y descubren que sus habitantes son hermanos, padres, novias, abuelos, todos fallecidos, que al parecer gozan de una segunda vida en Marte, la pesadilla está servida. Solo uno de los miembros de la nave se dará cuenta de lo que está sucediendo, y, para entonces, será demasiado tarde. La elegancia de sus elipsis, la contención de su registro, el timing de las emociones y las dudas, logran crear una atmósfera que bascula entre el júbilo de haber encontrado el cielo y la ineludible sospecha de que aquello quizá sea el primer círculo de un pavoroso infierno.

Ray Bradbury pone sobre una tabla de carnicero todos nuestros anhelos, sueños, ansia de amor y, corte tras corte, de una manera tan sutil como despiadada, transforma lo que podría ser una festiva barbacoa en un banquete caníbal. No obstante, lo más desolador ―y esperanzado― es que muestra que la línea de falla de la condición humana es siempre la soledad, la necesidad de estar en contacto con otros seres humanos, aunque ese roce provoque heridas, y duela, en ocasiones tanto que desearías estar ya muerto. En ese sentido, Bradbury entronca con otro genio, Stanislaw Lem y su Solaris, y en esa tradición reticular que es la literatura, donde todo tiene relación en una malla infinita, las líneas iniciales del cuento, «La nave vino del espacio. Vino de las estrellas, y las velocidades negras, y los movimientos brillantes, y los silenciosos abismos del espacio [...]» continúan en el visionario razonamiento del escritor polaco:
«Nos internamos en el cosmos preparados para todo, es decir, para la soledad, la lucha, la fatiga y la muerte. Evitamos decirlo, por pudor, pero en algunos momentos pensamos muy bien de nosotros mismos. Y sin embargo, bien mirado, nuestro fervor es puro camelo. No queremos conquistar el cosmos, sólo queremos extender la Tierra hasta los lindes del cosmos. Para nosotros tal planeta es árido como el Sahara, tal otro glacial como el Polo Norte, un tercero lujurioso como la Amazonia. Somos humanitarios y caballerescos, no queremos someter a otras razas, queremos simplemente transmitirles nuestros valores y apoderarnos en cambio de un patrimonio ajeno. Nos consideramos los caballeros del Santo Contacto. Es otra mentira. No tenemos necesidad de otros mundos. Lo que necesitamos son espejos. Un solo mundo, nuestro mundo, nos basta, pero no nos gusta cómo es. Buscamos una imagen ideal de nuestro propio mundo; partimos en busca de un planeta, de una civilización superior a la nuestra, pero desarrollada de acuerdo con un prototipo: nuestro pasado primitivo. Por otra parte, hay en nosotros algo que rechazamos; nos defendemos contra eso, y sin embargo subsiste, pues no dejamos la Tierra en un estado de prístina inocencia, no es sólo una estatua del Hombre-Héroe la que parte en vuelo. Nos posamos aquí tal como somos en realidad, y cuando la página se vuelve y nos revela otra realidad, esa parte que preferimos pasar en silencio, ya no estamos de acuerdo.»
No les entretengo más, disfruten de «La tercera expedición», porque la buena literatura sirve para eso: dar placer.

Puedes leer el relato «La tercera expedición»
en el libro Crónicas marcianas.


Ignacio del Valle
(Oviedo, 1971)

Ha publicado el libro de relatos Caminando sobre las aguas (Páginas de Espuma, 2013), y las novelas Busca mi rostro (Plaza & Janés, 2012), la serie de Arturo Andrade, conformada por Los demonios de Berlín (Alfaguara, 2009; Premio de la Crítica de Asturias 2010), El tiempo de los emperadores extraños (Alfaguara, 2006; Prix Violeta Negra del Toulouse Polars du Sud 2011 y Premio de la Crítica de Asturias 2007, entre otros), que ha sido llevada al cine por Gerardo Herrero como Silencio en la nieve (2012), y El arte de matar dragones (Algaida, 2003; Premio Felipe Trigo), además de Cómo el amor no transformó el mundo (Espasa, 2005), El abrazo del boxeador (KRK, 2001; Premio Asturias Joven) y De donde vienen las olas (Aguaclara, 1999; Premio Salvador García Aguilar).
También cuenta en su haber con numerosos premios de relato y su obra ha sido traducida a varios idiomas. Mantiene una columna de opinión en el diario El Comercio de Gijón, dirige la sección cultural «Afinando los sentidos» en Onda Cero Radio y colabora en diversos medios.
En la actualidad es subdirector y coordinador para Europa de la Fundación Mare Australe.
Sitio web: www.ignaciodelvalle.es
Blog: El marfil de la torre
Twitter: @ignaciodevalle