25.7.14

José Eduardo Tornay: «La botella de plata», de Truman Capote

(Nueva Orleans, 1924-Los Ángeles, 1984)

A Tree of Night
and Other Stories
(1949)
Casi todas las historias dignas de admiración encierran un núcleo de obstinación. Lo admirable no es consecuencia de la casualidad o de la lógica, sino fruto de una voluntad que se enfrenta a obstáculos, en apariencia, insalvables. La perseverancia y la insistencia son los pasadizos que conducen a la victoria heroica. Si no hay riesgo de caída no podemos hablar de triunfo. De los muchos registros que frecuentó Capote ―recordado más como personaje cosmopolita, histriónico y megalómano―, casi siempre con la holgura del virtuoso, uno de los que prefiero se recrea en los ambientes rurales, sureños y sencillos de su Luisiana natal, con personajes primitivos envueltos en singulares circunstancias ―como en «El arpa de hierba» o «Ataúdes tallados a mano».

En «La botella de plata» ―que el autor incluyó en su primer libro de cuentos, Un árbol de noche y otras historias, de 1949―, Mr. Marshall decide reflotar su cafetería, el Valhalla ―bajo consejo de su mejor cliente, el indio Hamurabi―, llenando de monedas una botella y admitiendo apuestas a quienes gasten en el negocio veinticinco centavos. El contenido de la botella será para quien, el día de Navidad, consiga acercarse más en su apuesta a la cantidad contenida. Applesead, un niño de los arrabales, de familia problemática ―al que acompaña Mony, su hermana menor, con unos dientes demasiado defectuosos para convertirse en estrella de cine―, pasa las tardes haciendo lo que nadie hace: intentando calcular cuántos dólares hay en la botella, con la certeza absoluta de que lo conseguirá, pues nació con una vuelta de cordón.

Cuando, el último día, obtiene los veinticinco centavos para la apuesta y proclama una cifra exacta: setenta y siete dólares con treinta y cinco centavos, sabemos que allí está un héroe. ¿Quién no quisiera tener una cifra exacta en la mente y la voluntad inquebrantable para seguirla hasta las últimas consecuencias?

Puedes leer «La botella de plata»

(Algeciras, 1968)

Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada y en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED. Ha desempeñado diversos oficios, en su mayoría relacionados con la intervención social, y en la actualidad trabaja en una fundación especializada en temas laborales y de formación. Ha combinado su labor profesional con colaboraciones en distintos medios, como la revista Eñe, entre otros. Ha participado en varias publicaciones colectivas y es autor del libro de relatos Los observatorios (e.d.a. Libros, 2006), la novela Los dueños del ritmo (La Fábrica, 2007) y la colección de textos A la sombra de los bloques (FMC, 2000).


5.7.14

Sara Mesa: «El negro artificial», de Flannery O'Connor

(Savannah, Georgia, 1925-1964)


A Good Man Is Hard To Find
(1955)
Una devota como yo de la obra de Flannery O’Connor ―una devota más, porque somos legión― podría escoger cualquiera de sus cuentos como ejemplo innegable de sabiduría y de talento. No creo haber leído nada flojo, ni siquiera menor, de esta inmensa escritora. Su asombrosa capacidad narrativa brilla en cada una de sus historias. Pienso en «Un hombre bueno es difícil de encontrar», en «La Persona Desplazada» o en «La buena gente del campo», pero también en sus novelas Sangre sabia o Los violentos lo arrebatan. Sin embargo, al igual que Richard Ford ―que lo seleccionó para su mítica antología del cuento norteamericano―, tengo debilidad por «El negro artificial» ('The Artificial Nigger'), cuento que se publicó por primera vez en 1955 y en el que se narra el viaje del campo a la ciudad ―Atlanta― de un abuelo y su nieto de diez años. Anciano y niño, ejemplos ambos de tozudez y orgullo, se contraponen y se complementan durante toda la historia: cuando emprenden juntos el viaje en tren ―fingiendo saber más de lo que saben―, se pierden en el barrio negro ―el tema racial aparece con inteligencia y sutileza― o, finalmente, cuando se enfrentan a la prueba de la negación, el pecado, el perdón y la misericordia. O’Connor convierte una sencilla excursión de un día en un viaje de dimensiones morales que encierra un verdadero aprendizaje y la transformación espiritual de los personajes: demoledora, tierna, profunda y, sobre todo, profundamente humana.

Puedes leer «El negro artificial»
en Cuentos completos.


(Madrid, 1976)

Sara Mesa reside desde niña en Sevilla. Ha publicado los libros de relatos La sobriedad del galápago (Diputación de Badajoz, 2008) y No es fácil ser verde (Everest, 2009), además de las novelas El trepanador de cerebros (Tropo, 2010), Un incendio invisible (Fundación Lara, 2011; Premio Málaga de Novela) y Cuatro por cuatro (Anagrama, 2012; finalista del Premio Herralde). Fue seleccionada en la antología Pequeñas resistencias 5 (Páginas de Espuma, 2010) y su poemario Este jilguero agenda (Devenir, 2007) ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández. La editorial Anagrama publicará este próximo otoño Cicatriz, su nueva novela.